LAS ABEJAS
La abeja es un insecto eusocial
[el nivel más alto de organización social entre los animales] heminóptero [que
tiene alas membranosas, del griego hymen + pteros] de cuatro alas. Se dividen
en cuatro especies distintas [apis dorsata, apis florea, apis cercana y apis
mellifica], de las cuales la cuarta, la mellifica o doméstica, es la europea y,
por consiguiente, la que habita Asturias. Esta abeja europea se subdivide en
más de 30 razas, de las cuales la asturiana pertenece a la llamada abeja negra
común, caracterizada por la probóscide [trompa] corta [entre 4,6 y 6 mm], por
el pelo oscuro y por el carácter irascible.
La sociedad de las abejas distingue
tres tipos o castas dentro de sus colonias: las reinas, las obreras y los
zánganos. Cada casta tiene su función y su desarrollo; así, aunque en un
principio las reinas y las obreras comienzan alimentándose de jalea real, las
obreras cambian de dieta a los dos días, pues, de lo contrario, acabarían
adquiriendo la posibilidad de poner huevos, pero infecundos [sólo nacerían
zánganos].
Las abejas que recolectan el polen
son las obreras. Éstas son hembras infértiles, cuyo trabajo abarca desde la
creación de la cera para construir los panales hasta la limpieza y vigilancia
la colmena, así como la crianza de las larvas.
Las
abejas obreras salen a recolectar cumplidos los 18 a 25 días de vida,
recibiendo el nombre de pecoreadoras [del latín pecus, ganado]. Buscan el néctar de las flores, el cual absorben
con su probóscide [en realidad, una lengua] y, una vez en la boca, con una
bomba de succión allí situada lo empujan a través de un largo esófago hasta el
buche [ensanchamiento del aparato digestivo]; en el buche el néctar es filtrado
por un órgano llamado proventrículo, propio de las aves, los invertebrados y
los insectos, limpiándolo del polen. Al llegar a la colmena, las abejas, que ya
pesan un 50% más debido a la recolección, regurgitan el contenido del buche a
otras abejas, que lo concentrarán en miel gracias a una reducción de agua en
torno al 19%. Finalmente, la miel es sellada en una celdilla cubriéndola con un
opérculo [tapadera de cera]. Al cabo del día las abejas obreras pueden llegar a
realizar 14 viajes de este tipo, siendo su radio de acción no superior a los
dos kilómetros desde la colmena.
EL POLEN
Las mieles pueden dividirse en dos
clases, multiflorales o milflores, y monoflorales, dependiendo del número de
granos de polen que surjan del análisis polínico. Se suelen considerar
monoflorales aquellas mieles que alcancen un mínimo del 45% de polen, si bien
existen algunas especies de plantas que varían este porcentaje [en el castaño
se debe situar entre el 95 y el 99 por ciento; en la falsa acacia no hace falta
más que un porcentaje entre el 10 y el 25]. En cuanto a otras tipologías, hay dos
tipos de mieles: la caracterizada por un color ámbar [propias de la zona oriental y la costera], y las de
color oscuro [del occidente y zonas de montaña] por su alto contenido en sales
minerales [en torno al ocho veces más], principalmente del cobre y del
manganeso.
Las abejas regresan a la colmena con
el polen pegado a sus patas, con el que alimentan a las crías y a las otras
obreras. Los apicultores colocan unas trampas cazapolen en las piqueras
[entrada a la colmena] y entre las alzas. Estas trompan no son más que una
rejilla agujereada, por donde las abejas han de pasar y, al rozar las patas con
las paredes del agujero, se desprenden del polen, que cae a un depósito
inferior. Como este polen recolectado está muy húmedo y puede fermentar, hay
que desecarlo con aire caliente o congelarlo para su uso, el cual suele ser el
de la alimentación debido a su alto valor nutritivo [contiene más proteína que
la ternera, menos grasa que las carnes y en calcio sólo es superado por el
repollo; además, sólo el tomate tiene más carotenos (precursores de la vitamina
A)]. Según el tipo de polen, sus propiedades varían ligeramente: el de castaño
mejora la circulación venosa y arterial, y descongestiona el hígado y la
próstata; el de diente de león es diurético, depurativo y laxante.
LA CERA
Cuando el apicultor quita los
opérculos de las celdillas, aprovecha para cosechar un elemento pegado a ellos:
la cera. Con este método se puede extraer algo más de un kilo de cera pura por
cada cien de miel. A veces, sobre todo con las panales viejos, se pueden
derretir éstos [con un cerificador solar o una caldera a presión] para
conseguir la cera, pero ésta sale mezclada con propóleos y polen: los paneles
se meten en una red metálica y todo ello se cubre con agua hirviendo de modo
que la cera flota y las impurezas quedan en la red.
La cera es producida por unas
glándulas ceríferas, exclusivas de las abejas jóvenes y situadas en la parte
ventral del abdomen. Al ser poco densa, la cera flota en el agua, por cuyo
motivo es necesario disolverla con aguarrás u otro disolvente orgánico para
obtener un barniz, que protege la madera de la humedad.
La cera es reutilizada por el apicultor
con cierta asiduidad para suministrar nuevos panales a las abejas. Otros usos
pasados fue su utilización como velas; griegos y romanos, por su parte,
escribían ene tablilla enlucidas con cera.
EL PROPÓLEOS
En los días calurosos, cuando se
sobrepasan los 20º C, las pecoreadoras viejas pueden recolectar,
desprendiéndola con las mandíbulas, una sustancia pegajosa que se halla en las
yemas y en las ramas jóvenes de ciertos árboles [principalmente, álamos,
sauces, pinos y eucaliptos]. Esta sustancia es conocida como propóleos. Una vez
en la colmena, las abejas tapan los pequeños agujeros de la colmena o reducen
las aberturas o pegan los panales a la colmena… siempre que la rendija no
sobrepase los 6 mm.
El propóleos es de color marrón o
verde oscuro y posee un olor resinoso muy característico. Si se le aplica calor
se reblandece, si se le aplica frío se vuelve quebradizo. Es curioso el origen
de su nombre: proviene del griego pro
+ poleos [delante de la ciudad], pues
las abejas lo usan para estrechar las piqueras de modo que se puedan proteger
del pillaje.
Para conseguir el propóleos, el
apicultor raspaba algunas partes de la colmena. Un método más actual emplea
mallas plásticas colocadas encima de la última alza hasta tapar las ranuras con
propóleos, momento en que se meten en un congelador o una nevera para que
cristaliza la sustancia y que, de esa forma, mediante sacudidas o torceduras se
desprenda en pequeños cristales.
Un empleo que se le da al propóleos
es el medicinal por su actividad bactericida, antiinflamatorio y antifúngico;
además, si se mezcla con alcohol u otro ungüento, acelera la cicatrización de
heridas y quemaduras, combate las verrugas y cura algunas afecciones de la
piel. De entre todos estos usos, uno muy recurrido es en el caso de
inflamaciones de la garganta. Sin embargo, al apicultor no le suele hacer mucha
gracia su manejo, pues el propóleos mancha los guantes, las manos y la ropa, y
su eliminación es dificultosa; para colmo, podría provocar alergias en las
manos.
LA COLMENA
Los primeros colmenares, también
llamados apiarios, surgieron en la prehistoria, cuando las personas decidieron
llevarse consigo los troncos en donde las abejas anidaban. Los egipcios
comenzaron a emplear recipientes de barro para introducir los enjambres, y el
humo para calmarlas. En el norte de Europa se usó desde la paja de los cereales
hasta los tallos de las zarzamoras. En Asturias era costumbre aprovechar los
troncos huecos de los árboles, también tablas e, incluso, corcho.
En Asturias las colmenas más
sencillas [fijistas] constan de una cavidad con dos fustes [pares de palos
cruzados], que las abejas aprovechan para construir sus panales colgándolos del
techo. El armazón exterior o tronco de árbol se denomina truébano o trobo, el cual
lleva una tapa superior llamada témpanu o
caldulla; ahora bien, si la colmena
está hecha con tabla, generalmente en forma cuadrada, se la nombra como casiellu o cubetu. Otro tipo de colmenas son más complejas [movilistas], cuya
invención se sitúa en el siglo XIX, según las cuales los panales los terminan
las propias abejas dentro de los cuadros
[bastidores de madera de pino], lo cual permite sacar estos cuadros con su
producto sin dañarlos y, al mismo tiempo, se reintroducen para ser aprovechados
nuevamente. La caja inferior donde van colocados los cuadros se denomina cuerpo, y el resto de cajas se llaman alzas.
LA RECOLECCIÓN
Cuando el apicultor se encamina a
realizar la cosecha correspondiente en una colmena, se enfunda en un traje hermético
con guantes y careta de malla o velo, de manera que evita las picaduras. A
continuación se sirve del humo para asustar a las abejas, de modo que éstas se
atiborran de miel por si hay que emprender la huida, lo cual las hace menos
agresivas. A partir de ese momento el apicultor ya puede recolectar el
producto. Par ello, retira los panales y los lleva al obrador [un almacén],
donde corta la capa de cera de los opérculos, que cierran las celdillas; a
continuación, introduce los panales en una centrifugadora, con cuyo movimiento
hace que la miel se desprenda y decante de forma líquida en un recipiente, del
cual pasará a los tarros que se han de comercializar. Con el tiempo la miel se
cristaliza por un proceso natural, si bien no pierde ninguna propiedad.
Normalmente se dejan los panales del cajón inferior para que su miel sirva de
sustento a las abejas durante el invierno.
Las colmenas se han de limpiar en
primavera: cambiar la base por otra limpia y reemplazar dos panales viejos por
otros dos nuevos. Otras tareas del apicultor son más complejas, como la
reproducción artificial, la recogida de enjambres, la cría de reinas, etc.