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lunes, 27 de mayo de 2013

Un enigma

En un lugar sin importancia reinaba un sabio, pero cruel monarca, tan aficionado a los acertijos como a los abusos de poder. En cierta ocasión un pretendiente a la mano de su hija fue acusado de haber mantenido relaciones íntimas con otra mujer durante los días de la petición de mano. Como el muchacho era hijo de un noble de reputada lealtad, no sólo la hija, sino también el padre del infortunado consiguieron que el rey le diera una oportunidad para salvar la vida, así que éste ideó un modo de poner a prueba su ingenio. El monarca mandó construir un receptáculo de donde sólo se pudiera salir por dos puertas: detrás de una de ellas colocó a un verdugo, dispuesto a cortar la cabeza a quien intentara salir por allí; la otra puerta conducía a la libertad. 

El rey, entonces, encerró dentro de aquel recinto al prisionero, colocando delante de cada puerta un soldado. Luego, dirigiéndose al reo, el monarca le dijo: "Una de estas puertas te conducirá a la libertad; en cambio, la otra te condena a la muerte. Una vez que abras una de las dos puertas, la decisión estará tomada y deberás acatar la resolución que tú mismo hayas tomado. Para que no sea la volátil suerte la que te conduzca a una u otra salida, podrás realizar una pregunta, UNA SOLA, a uno de los vigilantes, SÓLO A UNO. Te advierto, no obstante, de un detalle importante; uno de los guardias te dirá la verdad, pero el otro te dirá una mentira".

El muchacho deliberó durante un cierto tiempo: "Uno de ellos me dirá verdad y el otro me dirá mentira. ¿Cuál es la pregunta que deberé hacer y a cuál de ellos?"

Quien desee acertar con el enigma, que detenga la lectura aquí mismo y delibere la respuesta correcta. Quien prefiera hallar la solución sin devanarse los sesos, puede continuar. La pregunta correcta se puede realizar a uno cualquiera de los dos centinelas y debería ser algo así: ¿Qué puerta dice el otro vigilante que conduce a la libertad?. Ésa fue, precisamente, la pregunta que hizo el muchacho; después, abrió la puerta opuesta a la señalada por el vigilante y consiguió la libertad.

Expliquemos la solución. Llamemos a la puerta de la libertad A y a la de la muerte B. Recordemos que uno de los vigilantes dice la verdad y el otro la mentira. Si coincide que preguntamos al primero, éste sabe la puerta buena es la A, pero también sabe que el otro dirá B porque es mentiroso, así que la respuesta del vigilante será la B. Consideremos, ahora, que preguntamos al que dice la mentira: éste sabe que la puerta buena es la A y ésa será la que diga el otro, así que mentirá diciendo la B. En cualquiera de los dos casos, la puerta correcta es la contraria a la respuesta. Algo lioso, pero...

sábado, 4 de mayo de 2013

Nombres bíblicos y su verdadero significado


1/ La palabra hebrea que en la Biblia se traduce por Dios es Elohim, forma plural que normalmente (si se infringiera la tradición) habría que traducir por «dioses»: Génesis 3.22. ...He ahí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal... Génesis 11.7. Bajemos, pues, y confundamos su lengua... [en estos plurales habla Dios dando a entender que son varios los dioses].

2/ La palabra «hombre» es la traducción del término hebreo adam, que es una expresión general  muy semejante al concepto que queremos comunicar con la voz «humanidad». La palabra hebrea para el hombre como individuo es ish.

3/ Suele admitirse que el nombre Caín («Kayin» en hebreo) significa «herrero». Por su parte, el nombre de Abel («Hebel» en hebreo) significa «un soplo de aire».

4/ En lengua babilónica el nombre de la ciudad es «Bab-ilu», que significa «puerta de Dios». De ahí se deriva el hebreo «Babel» y el griego «Babilonia».

5/ En general, se describe a los descendientes de Sem como habitantes de la península Arábiga y las regiones adyacentes del Norte, incluida la del Tigris-Éufrates, que constituye el núcleo geográfico de las primeras secciones del Génesis. Como ello incluye a los propios hebreos, se otorgó a Sem un lugar de honor convirtiéndole en hijo primogénito de Noé (o al menos se le menciona en primer lugar). Por esa razón, a las lenguas de los pueblos que habitaban esa región se las denomina «semíticas». Tales lenguas comprenden el hebreo, el asirio, el arameo y el árabe.