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lunes, 19 de diciembre de 2011

SANTA CLAUS O SAN NICOLÁS


Se aproximan las fiestas navideñas y muchos niños, sobre todo en Estados Unidos y Canadá, aguardan con impaciencia la víspera del día de Navidad; esto es, lo que en España conocemos como Nochebuena. ¿Por qué esa impaciencia? Porque esa noche llega Santa Claus repartiendo regalos a diestro y siniestro, cuya fama se extiende por todas partes. Así, al alba del día siguiente los niños, y los no tan niños, se levantan raudos y se van hacia el árbol navideño para abrir los regalos que allí estarán depositados.

           
     Sin embargo, no en todas partes Santa Claus es ese obeso y “tontorruno” bonachón, adorado por niños y grandes. Por ejemplo, en Suiza, sin ir más lejos, la tradición lo describe de forma diferente. Veamos las diferencias: en Estados Unidos Santa Claus llega la noche del 24 de diciembre montado en un trineo tirado por renos, mientras que en Suiza lo hace el día 6 del mismo mes con un burro cargado con los regalos; en Estados Unidos Santa Claus se cuela por la chimenea para entrar en las casas, en tanto que en Suiza llama al timbre de la puerta y los padres le franquean la entrada; en Estados Unidos Santa Claus reparte regalos y se va, pero en Suiza sólo reparte frutas y chocolate y, si el niño se ha portado mal, lo mete en el saco y se lo lleva consigo (como el “coco” en España, de ahí que se le tema); en Estados Unidos se cree que Santa Claus vive en el Polo Norte, mientras que en Suiza se cree que vive en el bosque. Además de todo esto, mientras que el Santa Claus de Estados Unidos dispones de todo un ejército de elfos para construir los juguetes, además de su amante esposa Mamá Claus, el Santa de Suiza vive solo en el bosque, con su burro, dedicándose a recolectar los frutos que éste proporciona. ¿Cómo, entonces, llegan los regalos navideños a los niños suizos? Según la tradición, es un ángel el encargado de la tarea el día de Navidad y, otro punto discordante, los regalos se hacen a los niños y adolescentes, pues, una vez entrado en la veintena de años, no se suele recibir regalo alguno.
      
          En cuanto al origen del mito Santa Claus, ya es de todos conocido, así que con un breve resumen será suficiente para refrescar la memoria. Se dice que en el siglo IV vivió un tal Nicolás de Bari, de origen turco, que llegó a ser ordenado sacerdote. Ya en su tiempo fue famoso no sólo por sus bondades, sino también por obrar algunos milagros, lo cual le llevó a ser santificado. La figura pasó poco a poco a convertirse en San Nicolás (Sant Niklaus), cuya tradición llevaron los europeos a América. Por cierto, el dicho de que fue la Coca-Cola quien lo vistió de rojo para promocionar su bebida, también de este color, no es del todo correcto; de hecho, ya aparecía vestido con los colores rojo y blanco en publicaciones anteriores a la empresa; lo que sí es cierto, es que los anuncios con Coca-Cola ayudaron en gran manera a que se expandiera esta figura.
        
        ¿Cómo relacionar a Santa Claus con los regalos de la Navidad? Pues bien, en la antigua Roma existían una fiestas a mitad de diciembre, dedicadas a su dios Saturno, durante las cuales los niños recibían regalos de los adultos. Esta se extendió a todo el imperio y con el tiempo surgieron diversos personajes míticos que realizaban estos trabajos, como la famosa hada italiana Befana. Más tarde en algunos lugares estos personajes fueron reemplazados por la figura de Nicolás. Cuando los holandeses fundaron lo que es actualmente Nueva York, llevaron consigo este mito, a quien ellos llamaban Sinterklaas. En el siglo XIX fue descrito en un poema de Clement Clark Moore como un duende enano y delgado que repartía juguetes a los niños, ayudado por un trineo tirado por nueve renos; pero, poco después el dibujante alemán Thomas Nast lo representó en sus viñetas como un gordo barbudo y bonachón. A finales de este siglo la Lomen Company estadounidense predicaba en un anuncio que Santa Claus vivía en el Polo Norte.
       
         En fin, sea como fuere, Santa Claus o Reyes Magos, lo importante es que haya una FELIZ NAVIDAD para todos.
Otras historias y curiosidades

jueves, 15 de diciembre de 2011

¿Existe realmente la solidaridad desinteresada?


Hace poco he estado escuchando el discurso que Kathleen Blanco, gobernadora de Luisiana en Estados Unidos, pronunció a raíz del desastre causado por el huracán Katerina. En él exaltaba la ayuda desinteresada de policías, bomberos, militares, ciudadanos... incluso políticos. Esto me recordó otra historia parecida en otro lugar y en otro tiempo. Era una pequeña ciudad, cuyos habitantes estaban pasando serios apuros económicos, la cual sufrió una terrible catástrofe que dejó sin hogar a cientos de personas, destruyó muchos de los pocos medios de vida que los habitantes poseían, además de quitar la vida a varias decenas. No tardaron en llegar los primeros suministros de parte de otras ciudades más pudientes, así como las condolencias de diversas autoridades. Días después, también se escuchó un discurso conmovedor del político de turno. En dicho discurso, el orador remarcaba la ayuda desinteresada de los ciudadanos, agradeciendo los esfuerzos de todos, citando a ministros, empresarios, oficiales militares, autoridades religiosas… En fin, todos a una y la humanidad hermanada ante los desastres. Pero todo esto escondía la verdad, como supongo la escondía en el caso de Luisiana. Veámosla.
                El desastre se originó por un incendio que se propagó a una velocidad inusitada. ¿Por qué? El incendio fue causado por una empresa que estaba quemando arbustos y arboledas para realizar una carretera, que permitiese el acceso a una importante yacimiento de minerales; las llamas no tuvieron oponente, pues la ciudad no contaba con la más mínima red de protección, porque el dinero destinado a ella se lo habían embolsado entre políticos, empresario y militares (digamos que la ciudad no contaba con servicio de bomberos o similares, que las casas estaban construidas con materiales defectuosos y, algunos, altamente peligrosos y contaminantes…). La evacuación de la población civil no pudo realizarse con celeridad debido a que la única carretera de salida se encontraba en tan malas condiciones, que apenas un vehículo podía circular (los habitantes habían reclamado repetidas veces el arreglo de dicha carretera, así como la construcción de otras nuevas, a lo que el gobierno se negó por considerar la zona como no próspera y adecuada para el progreso del país). Después del desastre, las ayudas necesarias no llegaron a tiempo (todas fueron retenidas, incluso las ayudas internacionales, para comprobar lo que había y, así, poder repartirlas de un modo más equitativo [hay que decir que al final, muy al final, sólo llegó una quinta parte de dichos recursos]). Lo que sí llegó a la ciudad, apenas se extendió la noticia por todas partes, fueron las promesas, las buenas palabras, los ofrecimientos, las congratulaciones, etc; pero no llegaron las medicinas, los alimentos, el agua potable, las tiendas de campaña… Eso sí, en el discurso arriba pronunciado se juraba rehabilitar las casas, realojar a los habitantes, renovar la industria… Los ciudadanos aportaron dinero, ropa, comida; los militares, disciplina; los políticos, nada; y los empresarios… cobraron, en connivencia con el gobierno, altos precios y elevadísimos préstamos por rehabilitar los edificios, construir una nueva carretera… Por ejemplo, muchos ciudadanos damnificados fueron alojados momentáneamente en algunos hoteles de ciudades próximas, lo que se agradeció profundamente en el discurso; lo que no se dijo, fue que los hoteles cobraron las estancias a los ciudadanos que podían pagar y, los menos pudientes, acudieron al gobierno, que les prestó el dinero para pagar las habitaciones ( digo prestar y no donar).
                Todo esto nos lleva a pensar la fuerza de las palabras, pues con unas palabras bien escogidas y una buena oratoria, se puede engañar a toda una nación, cuando no a todo un planeta. Algo parecido ocurrió hace más de dos mil años en Roma. Cuando el famoso incendio en época de Nerón destruyó gran parte de la ciudad, no sólo los historiadores de entonces, sino otros muchos hasta hoy en día, acusaron al emperador de ello, como por ejemplo en las películas y series de televisión y novelas. Sin embargo, Nerón ni siquiera estaba en la ciudad y, tan pronto como se enteró, regresó a la ciudad e incluso abrió su palacio para atender a los damnificados. Lo que ocurrió en realidad, es que un fuego fortuito (como era habitual) en una vivienda, se extendió rápidamente y no se pudo sofocar a tiempo. Sólo eso, nada más. Pero, claro, la persecución posterior a los cristianos (que en aquel entonces eran más bien judíos) y los gobernadores siguientes cargaron a Nerón con toda la culpa. 
Otras historias y curiosidades

martes, 6 de diciembre de 2011

NIEVE


Por estas fechas ya es habitual que en ciertas partes de España haya aparecido la nieve, sobre todo en las altas cumbres. Sin embargo, durante los últimos años, salvo excepciones, este elemento se deja de rogar más de lo que antaño era usual; esto es, que nieve menos veces y en menor cantidad, según la región. Por ejemplo, en la norteña Asturias los inviernos, ya de siempre suaves, se van tornando menos blancuzcos. Hace tan sólo una cincuentena se venía cumpliendo aquello de que cada invierno traía siete nevadas, de donde surgieron refranes tales como “por Todos los Santos (1 de noviembre), nieve en los cantos” o “por San Andrés (30 de noviembre), nieve en los pies”, lo cual viene a significar las dos primeras nevadas. Pues bien, aunque hay zonas en la península que todavía siguen fieles a dichos refranes, en la Asturias antes mencionada en vez de nieve lo que se tiene es agua de lluvia y, normalmente, un pequeño rocío de nieve como residuo de lo que fue otrora. Da la impresión de que los inviernos se invierten y comienzan a asentarse en aquellos parajes, en los que la nieve se veía con menos asiduidad que en el presente o, al menos, en mayor cantidad.

Ya sabemos que “Año de nieves, año de bienes”. La nieve es, al fin y al cabo, agua helada; sin embargo, porta menos cantidad que el agua líquida (aproximadamente setenta centímetros cuadrados de nieve equivale a dos centímetros agua), lo que puede llevarnos a pensar que para la tierra sería mejor la lluvia. Ésta, la lluvia, cae al suelo y es absorbida por él en la cantidad que pueda absorber, impidiendo que el resto penetre en él; así pues, al cabo de poco tiempo, si no llueve, la tierra va consumiendo el agua acumulada en su interior hasta que la falta de lluvia va resecando el terreno, lo cual conlleva falta de productividad (terrenos baldíos, si no fuera por la mano del hombre). La nieve, en cambio, se acumulada sobre la superficie durante largos períodos de tiempo, derritiéndose lentamente hasta que llega el calor primaveral y, más tarde, la cercanía del verano, el cual proceso sirve de abastecimiento a la tierra, proporcionando agua, humedad y frescor, alimentando fuentes y manantiales que, a su vez, alimentan los arroyos y torrentes que, por su parte, alimentan los ríos.

Tal vez lo más curioso de la formación de los copos sea el motivo por el cual surgen. Normalmente sucede en torno a partículas de polvo, alrededor de las cuales el agua se va congelando hasta formar diminutos cristales que toman forma de diminutas estacas (si la temperatura se sitúa alrededor de los cinco grados Celsius [o centígrados] bajo cero) o de diminutos platitos (si la temperatura ronda los quince grados Celsius [o centígrados] bajo cero). Al final, estos cristales se unen entre sí para formar los copos. Es curioso el hecho de que a medida que los copos se van acumulando sobre la superficie, las ondas sonoras que se reflejan en la nieve caída, son absorbidas por la nieve, así que cuanta más nieve vaya cayendo, menos ondas sonoras se escapan de ella; en cambio, en cuanto dicha nieve se compacta con el tiempo, las ondas sonoras son reflejadas por ella y apenas las absorbe. 

Para terminar, no se puede obviar los trastornos que provoca en todo ser viviente. Aunque es obvio el beneficio que acarrea al limpiar la atmósfera y al mantener a rayo a los parásitos que dañan las plantas y los animales, no es menos obvio que su aparición en exceso provoca incluso la muerte. Así, los animales ven mermada la fuente de su alimento (algunos aprovechan para hibernar y otros emigran momentáneamente a otros parajes). Al hombre le acarrea no menos problemas; a la nieve se deben muertes por congelación (sobre todo en los "sin techo") o por fallos cardíacos (debidos al esfuerzo de remover la nieve acumulada) o por accidentes (principalmente de tráfico); así mismo, las nevadas causan otros inconvenientes en la vida diaria (cancelaciones de vuelos, carreteras cortadas, riadas en el deshielo, cortes en el suministro de energía, etc). Claro está, a pesar de todo, bienvenida sea.  

martes, 22 de noviembre de 2011

EN LAS ENTRAÑAS DEL TÁRTARO


Existe un infierno dentro del infierno, cuyo nombre intentan evitar hasta los propios habitantes del averno: Tártaro. Este maldito lugar está poblado por los más infelices de los infelices, pues están condenados a pasar la eternidad bajo la penitencia más inhumana que un ser haya podido urdir; son los llamados réprobos, de entre los cuales quisiera destacar a tres de ellos. Antes, no obstante, he de advertir que estas historias provienen del imaginario grecolatino, donde el mundo del más allá se mezcla con el mundo del más acá.

Comencemos, pues, con Ixión. Éste, que era hijo de un rey, se encaprichó de una tal Clía, con la cual quiso desposarse ante la oposición del padre de ésta. Para conseguir doblegar a su futuro suegro, Ixión acudió, como suele suceder, al soborno, prometiéndole riquezas incalculables; ante tal perspectiva, obviamente el padre aceptó el trato. Pero Ixión, después del bodorrio, se negó a regalar nada a nadie y su suegro, como venganza, no se le ocurrió otra cosa que robarle un caballo; eso sí, el mejor caballo que tenía Ixión. Como venganza por el robo del equino, Ixión le tendió una trampa: fingió no darle importancia al asunto y para zanjar sus diferencias le invitó a cenar; pero, cuando su suegro acudía al festín, cayó en un hoyo lleno de fuego. Por supuesto, del pobre hombre no quedaron ni sus cenizas. A pesar de su condición de príncipe, Ixión tuvo que huir del reino ante las represalias (al fin y al cabo, su suegro era un eminente ricachón con influencia en el gobierno). Ixión, tras alguna que otra peripecia, se vio obligado a pedir ayuda al propio Zeus (el mandamás de los dioses), quien tuvo a bien darle una segunda oportunidad, quién sabe por qué, trasladándolo al cielo e invitándolo a comer con ellos. Pero a Ixión, que no debía de ser una lumbrera, no se le ocurrió otra cosa que intentar seducir a Hera (hermana y esposa de Zeus), la cual se lo tomó peor de lo que el príncipe pensaba y se fue con el cuento a Zeus y éste, finalmente y sin más, le arrojó al Tártaro; luego, conminó a Hermes, un dios de su confianza además de hijo, que le atase a una rueda que no cesara de rodar.
El segundo de los réprobos, a los que voy a mencionar, se llama Sísifo, tal vez el más afamado de todos ellos. Sísifo fue rey de Corinto y si se distinguió por algo fue por sus correrías, por sus robos más o menos encubiertos o descubiertos, por sus arterías y bribonadas; en fin, un dechado de virtudes. Pero la aventura que le condenó fue la última. Estaba casado con Anticlea (que, una vez viuda, se casaría con Laertes y juntos tendrían un hijo llamado Ulises, conocido por todos). Pues bien, cuando a Sísifo le llegó la hora de morir, pidió a su esposa que no lo enterrara y, llegado el momento, la esposa cumplió el deseo de su marido. De este modo, el alma de Sísifo llegó ante la presencia de Hades (el dios que mandaba en el Más Allá) y se quejó ante él de que su mujer no quería enterrar el cuerpo, así que le pidió permiso para volver al mundo de los vivos para castigarla y, una vez hecho esto, regresar al mundo de los muertos. Hades aceptó. Sísifo retornó a la vida, pero ni castigó a su mujer ni regresó con las almas en pena. Así pues, en vista de lo visto, Hades llamó a Hermes (que servía para todo) y le pidió que trajera de vuelta a Sísifo, lo cual realizó en un santiamén; luego Hades le condenó al Tártaro con un castigo ejemplar: tenía que poner sobre sus hombros una enorme roca, la cual tenía que llevar a la cima de un monte, pero cada vez que estaba a punto de culminar la escalada, la roca se le caía y Sísifo tenía que volver a empezar la tarea eternamente.
El tercero de los réprobos aquí mencionados es Tántalo, mi favorito. Tántalo nació con estrella; esto es, todo le salía de cara y, si algo se torcía, allí estaban los dioses para enderezarlo, porque Tántalo era el único ser humano que tenía su confianza y amistad, de lo cual Tántalo presumía ante todo el mundo, claro está. Fue rey de Lidia y padre, entre otros hijos, de Níobe (cuya historia mueve a compasión). A pesar de todo lo bien que le trataba la vida, Tántalo era un déspota, un malvado en todos los sentidos (lo cual no explica el comportamiento amical de los dioses). Su maldad le llevó a maquinar una trampa a los dioses. Como era común que él fuera al Olimpo (morada divina) a comer con ellos o que ellos comieran en el palacio del rey lidio, en cierta ocasión Tántalo los invitó a una cena que prometió sería muy especial. En efecto, llegado el momento, este rey perverso quiso conocer hasta qué grado la omnisciencia de los dioses era verdad, así que mató a su propio hijo recién nacido (Pélope), lo descuartizó y lo sirvió a la mesa como un manjar exquisito. Por supuesto, todos los dioses conocieron el origen de la carne y nadie comió, a excepción Cibeles, que estaba distraída y dio un bocado a la carne. Zeus se enfureció y arrojó a Tántato al Tártaro (después le devolvieron la vida al bebé, excepto el trozo que se había zampado Cibeles, que era un hombro, poniendo un trozo de marfil en su lugar). Tántalo fue condenado a estar atado bajo un árbol, cuyos frutos se inclinaban hacia él, pero cuya boca nunca los alcanzaba, al igual que el agua de un río le llegaba a la barbilla y volvía a bajar para que el condenado no pudiese beber.
Otros condenados famosos del Tártaro son Titio (cuyo pecho era roído por un buitre) y las hermanas Danaides (que intentaban llenar de agua un tonel sin fondo).
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viernes, 14 de octubre de 2011

LA MÚSICA CLÁSICA


Hace un tiempo un conocido mío me espetó aquello de que cómo me podía gustar la música clásica. Por mi parte, me encogí de hombros, porque no era el momento de ponerme a explicarle por qué me gustaba esto y no lo otro. La gente tiende a considerar la música clásica como un todo sin pararse a averiguar qué es en realidad. Ésta, como todo en la vida, no es ni blanco ni negro, sino gris con muchos matices. Digamos que la música clásica es tan variada como la música no clásica. Si yo preguntase a alguien si le gusta la música no clásica, ¿qué me diría? “Bueno, depende, ¿te refieres al pop, al heavy, al folk, a la salsa, al tango, a una sardana, una sevillana o una muñeira…?”. Pues en la música clásica ocurre tres cuartas partes de lo mismo. Además, quien más o quien menos la escucha casi todos los días, aunque no se de cuenta de ello, porque sirve de sintonía a programas de televisión o de radio, a anuncios propagandísticos, en películas, documentales y series de televisión, incluso intérpretes del popo, del heavy, del folk se sirven de ella; en realidad, estamos invadidos por la música clásica, aunque no lo sepamos. ¿Si me gusta la música clásica? Pues, mire usted, depende; ¿se refiere a la barroca, a la romántica o a la dodecafónica; tal vez al oratorio, a la sonata, a la ópera, a la sinfónica; o querrá decir pianística, violinística, orquestal, liderística…? Y así sucesivamente.
Pasa lo mismo que con los compositores. Hay tantos y de tanta variedad que unos gustan y otros no. Es como si a un lector de literatura le preguntáramos si lo gustan todos los escritores; seguramente respondería que algunos, pero no todos, hasta es posible que haya algunos que ni los traga. ¿Y si le preguntamos a un aficionado al fútbol? ¿Le gustarán todos los partidos y todos los equipos? Pues, mire usted, le gustarán los partidos buenos o los más emocionantes y los equipos que juegan bien o, sobre todo, si son sus favoritos. Y en la música clásica ocurre los mismo. En general, a los que les gusta un estilo de música no les va otro, aunque por aquello del qué dirán ellos digan que les gusta todo. A mí, por ejemplo, no me gusta Wagner, pero me chifla Beethoven. En cuanto a Mozart, sólo lo que compuso en los últimos cinco años de vida, todo lo anterior es perfectamente olvidable.
¿Cómo puede nadie decir que no le gusta la música clásica sin siquiera haberlo escuchado? Ya digo que todos tienden a englobarla en un mismo cajón, cuando es tan variada y rica como hasta el momento no hay otro tipo de música. ¿Recuerdan ustedes el anuncio de “miel de la Granja San Francisco”? La música era de Boccherini. ¿Vieron la película “Master and Comander”? La música también era de Boccherini. ¿”2001, una odisea en el espacio”?, música de Strauss. ¿La naranja mecánica”?, Haendel, Beethoven y otros. Ese famoso vals que suelen bailar los novios recién casados es el vals “El bello Danubio Azul” de Strauss, y cuando la novia se acerca al altar suena la Marcha Nupcial de Mendelssohn; y, si oímos la Marcha Fúnebre acompañando al féretro, estaremos escuchando a Chopin. ¿Recuerdan ustedes cuando Televisión Española conectaba con Eurovisión y sonaba música de trompeta?, pues era de Charpentier. En fin, para botón, una muestra, o como se diga, así que podéis reflexionar sobre:
El  Canon, de Pachelbel; El Aleluya (de El Mesías), de Haendel; el Himno a la Alegría (de la Novena Sinfonía), de Beethoven; La Cabalgata de las Walkyrias (de Las Walkyrias), de Wagner; La Balada de Mackie el Navaja (de La Ópera de los Tres Peniques), de Weill; El Allegro (de La Primavera-Las Cuatro Estaciones), de Vivaldi; La Fantasía sobre Greensleeves, de Vaughan-Williams; La Obertura (de Guillermo Tell), de Rossini; el Can-can (de La Gaité Parisienne), de Offenbach; La Máquina de Escribir, de Anderson; La Danza Ritual del Fuego (de El Amor Brujo), de Falla; El Aprendiz de Brujo, de Dukas…. y un largo, larguísimo etcétera.
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martes, 28 de junio de 2011

Breve historia del Jazz


Los primeros antecedentes del Jazz se deben de buscar en el siglo XIX durante la década de los ’80. En esos años los músicos afroamericanos comienzan a tocar en un nuevo estilo derivado del góspel y de las canciones “tristes” que recordaban sus años de esclavitud: es el nacimiento del Blues. Una década después, la última del siglo XIX, vio crecer en el sur la popularidad de otro estilo de música, el Ragtime, representada sobre todo por Scott Joplin.

                A principios del siglo XX músicos afroamericanos y criollos desarrollaron en Nueva Orleans, Luisiana, lo que se podría considerar la primera música genuinamente jazzística, desarrollada a partir del Blues y el Ragtime principalmente. Este jazz era tocado durante los desfiles que se celebraban, y aún celebran, en Nueva Orleans, y que es conocido como Dixieland. A partir de aquí, algunos músicos popularizaron este estilo extendiéndolo a otras partes del país; entre ellos, cabe destacar a Jelly Roll Morton, Sidney Bechet y King Oliver.
                El jazz continuó ganando adeptos durante los siguientes años hasta llegar la década de los ’20, considerada como la década dorada del jazz americano. Entre otros, destacó Louis Amstrong y su trompeta, haciéndose cantante famoso más tarde por su característica voz. Mientras tanto, algunos intérpretes jóvenes creaban su propio estilo jazzístico en el medio-oeste; este sonido es conocido como Chicago-style jazz, e incluye a dos de los más afamados músicos: Gene Krupa y Benny Goodman.
                Poco después de estos primeros éxitos, un nuevo estilo musical desarrollado a partir de estos dos estilos, comenzó a imponerse en la sociedad y su fama durará hasta la Segunda Guerra Mundial: el Swing. Este nombre proviene del título de una canción de Duke Ellington, “Sing, sing, sing (witih a swing)”. Pronto un nombre coparía los primeros puestos de popularidad en este estilo musical, Glenn Miller. Sin embargo, el considerado como “rey del swing” no fue éste ni aquél, sino el propio Benny Goodman, quien llegó a liderar una de las bandas más afamadas de los historia del jazz. Éste no sólo es aclamado como un gran clarinetista (fue el primer músico de jazz en tocar junto a una orquesta sinfónica), sino que, además, fue el primero en unir en una misma banda a músicos negros y blancos; además, a él se debe en gran medida la aparición de otros músicos como Lionel Hampton y Teddy Wilson.
                Otras bandas de aquel momento que no desmerecían de la de Benny Goodman, estaban lideradas por músicos tan carismáticos como Jimmy y Tommy Dorsey, como Earl Hines, como Artie Shaw, como Stan Kenton, o como el ya mencionado Glenn Miller. También cabe mencionar que muchas de estas bandas no sólo se dedicaban a interpretar música instrumental, sino que contaban con cantantes como Nat “King” Cole, Ella Fitzgerald, Billie Holiday o Sarah Vaughn.
                En los primeros años de la década de los ‘40 un nuevo estilo jazzístico irrumpe en el panorama musical con tal fuerza, que se hace con la casi totalidad de los intérpretes y compositores: el Bebop. Tras varios años creciendo en popularidad, este novedoso estilo aporta nombres tan importantes como Dizzy Gillespie, Charlie Parker, Theloniuis Monk o Bud Powell. Pero entre todos, tal vez cabe destacar, ya en los años ’50, a Art Barkley y Horace Silver.
                Pero esta década también vio el surgimiento de otro estilo contrapuesto al Bebop, con una música más uniforme, el Cool, creado, o al menos afianzado, por dos grandes músicos como eran Lester Young y Charlie Christian, que darían paso a otros intérpretes afamados cuales Stan Getz o Woody Herman o Gerry Mulligan. Un claro ejemplo de este estilo se halla en el tema “Take five” del grupo Dave Brubeck Quartet.
                Durante esta década de los ’50 y la siguiente, el jazz deriva en múltiples estilos e interpretaciones, innovando con más o menos éxito y fortuna. Así, aparecen músicos como Gunther Schuller, un intérprete de música clásica que combina ésta con el jazz. Otros músicos que se balancean entre el jazz clásico y la innovación son Miles Davis, John Coltrane y Cannonball Adderley. Por ejemplo, Coltrane desarrolla una música con matices de música hindú; otros, en cambio, prefieren experimentar con los tiempos y contratiempos. Ornette Coleman se adhiere al Free Jazz, o música desestructurada.
                El jazz recibe la influencia del rock and roll, la música que hace furor en todo el mundo, allá en la década de los setenta, introduciendo en la interpretación instrumentos propios de aquel estilo e incluso ritmos; es el Fusion Jazz, una de cuyas cabezas visibles más eminentes es George Benson. Una década después, George Lewis experimenta con la mezcla de jazz y minimalismo, que consiste básicamente en la repetición de un mismo grupo de notas durante un largo período.
                En esta década de los ’80, no obstante, también se produce una vuelta al pasado, tal vez por cansancio de lo novedoso. Así, Wynton Marsalis retoma la música jazzística más tradicional, así como el swing, el bebop y el cool; además, Marsalis revolotea por todo tipo de música experimental, aunque de forma más fortuita, e incluso llega a tocar su trompeta con orquestas sinfónicas.
                El jazz, desde entonces, se extiende a una variedad tan grande, que dos estilos jazzísticos pueden sonar totalmente distintos, llegando a dificultar su catalogación.

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martes, 17 de mayo de 2011

De cómo una boda degeneró en una guerra: Troya

Una de las guerras más famosas de todos los tiempos ha sido, sin duda alguna, la conocida como "Guerra de Troya". Las causas reales son tan mundanas que, si por ellas fuera, de Troya no se conocería ni el nombre: éstas fueron las meramente comerciales, pues la ciudad era punto de paso del comercio entre Europa y Asia y los pingües impuestos enriquecían a la ciudad, lo cual provocó no pocos conflictos políticos y armados. Sin embargo, gracias a Homero y su Ilíada, así como parte de su Odisea, la guerra y sus héroes han perdurado a lo largo de los milenios, casi tres mil años. Y todo porque los antiguos hicieron partícipes de la contienda a los dioses con sus pasiones, y a los humanos con las suyas. Veamos cómo, según los mitos y leyendas, un banquete de bodas engendró "la mayor guerra que han visto ojos humanos".

Resulta que el rey Peleo y la ninfa Tetis se conocieron, se enamoraron y decidieron casarse, como tantas y tantas parejas a lo largo de todos estos siglos (más tarde, de este matrimonio bien avenido nacería el aguerrido Aquiles; pero vayamos por partes). Peleo y Tetis se encapricharon en hacer un bodorrio por todo lo alto, invitando a los más ilustres de su tiempo. Así que, por parte del novio, acudieron reyes y príncipes de todas partes; por parte de la novia, todos los dioses importantes y alguno no tanto, bueno, no, todos no, porque no invitó a la diosa Discordia, que los griegos llamaban Erix (no nos olvidemos que esta tradición proviene de Grecia y no de Roma). Pues bien, la tal Erix, diosa de la discordia, cogió el gran berrinche, como era de esperar, pero hay que tener en cuenta que Tetis no quería que la susodicha aguara la fiesta metiendo cizaña entre los invitados para que todo acabara como el rosario de la aurora. El caso es que la ceremonia resultó un éxito, incluso el banquete iba como los novios habían deseado; no obstante, hete aquí que llegando el final del banquete apareció Erix, disfrazada de nube para poderse colar en el festín sin que los matones de la entrada notasen su presencia; con habilidad, la diosa dejó caer sobre la mesa una manzana de oro que llevaba una inscripción: para la más hermosa. En cuanto se supo lo de la manzana y lo de la inscripción, allá se fueron algunas diosas a disputarse la manzana, pero de todas ellas sólo tres consiguieron hacerse con posibilidades: por un lado estaba Hera (Juno para los romanos), la esposa del todopoderoso Zeus (Júpiter para los romanos); por otro lado estaba Atenea (Minerva para los romanos); y en tercer lugar tenemos a Afrodita, la diosa de la belleza y el amor, entre otros atributos (Venus para los romanos). Las tres diosas eran tan bellas como caprichosas, y ninguna de ellas daba el brazo a torcer, así que los demás dioses tenían que decidir para quién era la nefanda manzana. Al final, para no llevarse mal con ninguna de ellas, que tendrían que convivir muchos siglos juntos, los dioses determinaron llamar al banquete a un humano, un troyano de nombre Paris (o Alejandro, como también se le conocía), hijo del rey de Troya, aunque también él tenía sus propios problemas (pero eso es otra historia).
Ya tenemos a Paris con la manzana en la mano y cada una de las tres diosas intentando sobornarle, lo mismito que los políticos de hoy día (si es que hay cosas que no cambian nunca). Así pues, Hera, que por rango fue la primera en hablar, le ofreció todo el poder terrenal, incluso le convertiría en emperador de toda Asia. Luego le tocó el turno a Atenea, que le ofreció personificar la sabiduría misma e, incluso, si tenía que llegar a las armas, hacerle vencedor en todas las contiendas. Por último, le tocó el turno a Afrodita; según algunos testigos, ésta le ofreció el amor de la mujer más hermosa, se supone que mujer humana, claro, y, para  asegurarse la victoria, se dice que llegó a desnudarse delante de Paris. El pobre muchacho, abrumado, sobre todo con Afrodita, la eligió a ella y a ella entregó la manzana.
Y ahora, alguien preguntará, ¿qué tiene eso que ver con la Guerra de Troya? Es que la mujer más hermosa era Helena, esposa de Menelao, quien a su vez era hermano de Agamenón, el rey más poderoso de toda Grecia. Un día el rey de Troya, Príamo, mandó una embajada a Agamenón para que se trataran ciertos asuntos políticos y económicos entre los dos reinos; en esa embajada iba su hijo Paris. Cuando los troyanos llegaron a la corte de Agamenón, por allí pululaba el hermano de éste con su mujer, Helena. Apenas Paris y Helena se vieron, ambos cayeron enamorados. Al llegar el momento del regreso, ni uno ni la otra podían soportar la separación, así que huyeron juntos a Troya. Enterado de la traición, Menelao acudió a su hermano Agamenón y éste, para lavar la afrenta, comenzó los preparativos para conquistar la ciudad y traer de regreso a la adúltera. Así comenzó la Guerra de Troya.

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sábado, 16 de abril de 2011

LA CASADIELLA ASTURIANA

La "casadiella" es un postre títpico de Asturias. Hasta ahí todos estamos de acuerdo. Sin embargo, he leído muchas recetas y todas varían un tanto de la que yo conozco. Cuando era niño mi madre nos preparaba un buen montón de "casadielles" al llegar la Navidad, algo así como un complemento al turrón. Debo decir que, aparte de esta peculiaridad, también los "falluelos" (frisuelos) estaban reservados a un período concreto del año, el que va desde el Carnaval hasta la Semana Santa. Pero vayamos con "les casadielles". Casi todas, por no decir todas, las recetas que he leído contienen nueces; la que yo os propongo no. Todo comienza al llegar el otoño, más concretamente el mes de octubre; es entonces cuando se recogen "les ablanes" (las avellanas), se dejan varios días que se sequen al sol en un lugar seco y luego se almacenan. Una vez en vísperas de la Noche Buena, mi madre nos hacía a los pequeños "frañir les ablanes" (cascar las avellanas); luego ella las metía en el horno para "turrales" (tostarlas). Una vez en su punto, se muelen en un molinillo y se reservan.
Vamos ahora con la pasta. Se mezcla un kilo de harina con un poco de levadura, algo de azúcar y una pizca de sal, se le añade un poco de mantequilla y un par de huevos (a los que previamente habremos quitado la cáscara, obviamente). A continuación viene un vaso de agua tibia, otro tanto de aceite y un par de sorbos de vino blanco (no olvidemos que este postre lo comen niños de todas las edades). Como se puede apreciar, las cantidades no son exactas; así las preparaba mi madre, así las prepara mi hermana y así las preparo yo... y salen bien. Se amasa todo hasta que adquiera la consistencia necesaria, espolvoreando un poco más de harina o humedeciendo la mezcla con un poco más de agua, según sea necesario. Una vez terminado, se envuelve en un trapo y se deja apartado en un lugar templado durante una hora, aproximadamente.
Entre tanto, preparamos el engrudo o relleno. Para ello acudimos a las avellanas molidas, a lo cual echaremos un chorrito de anís (es aquí cuando mi madre comenzaba a ponerse más alegre y, pocos minutos después, a tararear e, incluso, a cantar; ahora me explico por qué).
Llegado el momento, acudimos a la pasta, extraemos un tanto de ella, la extendemos con el rodillo hasta obtener una fina capa, cortamos los laterales para obtener una especie de tablilla de unos diez o doce centímetros de ancho. Con una cucharadita (tal vez de café o de postre) ponemos un poco de engrudo en el extremo de la tablilla y enrollamos como un canuto, cortamos una vez enrollado el engrudo y con un tenedor aplastamos los laterales para cerrar bien el canutillo. Seguimos así hasta terminar con la pasta, con el engrudo o con todo ello.
Ya vamos llegando al final. Calentamos en una sartén suficiente aceite como para cubrir al menos la mitad del canutillo y, una vez hirviendo (o casi), vamos colocando en la sartén tantos canutillos como quepan (cuidándose no quemar, ¡ojo al parche!). Cuando estén dorados por abajo, se vuelcan los canutillos para dorarlos por arriba (no nos vayamos a pasar y vayamos a quemarlos, así que hay que estar pendientes). Se sacan a una fuente y a repetir la operación con los siguientes canutillos hasta completar la tarea. Cuando se hayan enfriado lo sufiente, se pueden comer con moderación.

domingo, 10 de abril de 2011

La amistad verdadera

     pinchad aquí, si queréis un poco de música    
    



             Ubi amici, ibi opes, decía Quintiliano en uno de sus versos; esto es, “donde hay amigos, hay riquezas”. No confundamos la concepción de la amistad con el término: no todos los que se van de copas juntos, los que se ríen juntos o los que comparten sus cosas juntos, son amigos. La amistad se halla en un punto más profundo; Cicerón decía que “el amigo es aquel que es otro yo”. ¿Cómo se llega a saber cuál es esa amistad? Veámoslo en un ejemplo, si bien sea más leyenda que realidad, pues, como afirmaba Enio, “el verdadero amigo se conoce en las situaciones difíciles”.
                Hace ya un buen montón de siglos, existió un imperio en Asia Menor (lo que ahora viene a ser Iraq, Siria y alrededores), cuyo cabeza visible fue Ciro. A pesar de su gran poderío, el ejército de Ciro hubo de enfrentarse a algunas revueltas dentro y fuera de sus territorios, aunque por fortuna para el emperador siempre salía triunfante. En cierta ocasión Ciro tomó fuertes represalias contra un ejército derrotado y ordenó ajusticiar a la mitad de los rebeldes; entre éstos había dos amigos que habían crecido desde pequeños, profesándose una amistad que nunca había sido puesta a prueba, hasta este momento, pues que a uno de ellos le tocó formar parte de los ajusticiados, mientras al otro se le entregaba el don del perdón. Era el caso que el condenado tenía esposa e hijos, en tanto el afortunado estaba soltero y no tenía  responsabilidad alguna en cuanto a cargas familiares; así pues, éste pidió audiencia al propio Ciro y el emperador, en un gesto de benevolencia ante los súbditos, se la concedió. Expuso el soldado liberado la situación de su amigo y, para que aquél pudiera despedirse de la esposa y los hijos antes de ingresar en el otro mundo, le pidió al gran Ciro que le permitiera un par de días de delación para que acudiese a su hogar, bajo la promesa de volver para ser ejecutado. Desconfiado, Ciro no aceptó confiar en que el reo cumpliera su palabra, pero tampoco quería mostrarse inhumano, así que aceptaría conceder el permiso, si se le daba algún tipo de garantía. Entonces el peticionario se ofreció voluntariamente a ocupar el lugar de su amigo mientras iba, se despedía y regresaba. A Ciro le pareció bien, al fin y al cabo era una vida por otra y a él nada le importaba que fuera Mengano o Zutano; eso sí, le advirtió que al amanecer del segundo día, si el penado no regresaba, ejecutaría la sentencia en la persona que se ofrecía en su lugar.
                Así pues, tenemos al padre de familia yendo a despedirse de su familia con toda libertad, mientras que su amigo era encadenado a la espera del segundo día. El tiempo transcurrió sin tener noticias de aquel soldado padre de familia, a tal punto que llegó la última noche y el alba se hallaba próxima. Ciro en persona quiso asistir a la ejecución de aquel soldado, no sólo para confirmar que la amistad no llega a tales extremos, sino también para ver  cómo el condenado pedía clemencia sintiéndose engañado. Ya el sol estaba a punto de despuntar tras las lomas, cuando Ciro se dirigió al soldado, que ya estaba en el cadalso aguardando la muerte, y le preguntó qué le parecía que su amigo no hubiera regresado para salvarle; como respuesta, el soldado dijo estar contento de ocupar el puesto de su amigo, pues aquél debía cuidar de una familia y de él nadie dependía, por el cual motivo no sólo no le echaba en cara a su amigo que no acudiera, sino que incluso le agradecía que hubiera tomado aquella decisión. No obstante aquel discurso, Ciro ordenó que le decapitaran. Mas, cuando ya el hacha se elevaba en lo más alto, se escuchó una voz de entre los asistentes pidiendo que el verdugo se detuviera: era el padre de familia que regresaba según había prometido. Ciro detuvo la ejecución. El padre de familia pidió perdón a su amigo una y mil veces, confesándole que nunca dudó en volver, pero que en el trayecto de regreso hubo de hacer frente a unos bandidos. Admirado por aquel hecho de amistad, Ciro tuvo que reconocer que sí existía la amistad verdadera. Finalmente, el emperador perdonó la vida a los dos amigos.

viernes, 8 de abril de 2011

La rubia de siempre

 
Norma Jeane Morteson
era el verdadero nombre de la rubia más expolosiva del cine estadounidense, aunque en el bautizo el apellido pasó a ser Baker (el primero, Morteson, era el apellido de su padre, pero al separarse de su madre, ésta le dio el apellido a su hija. Lo de Marylin Monroe viene cuando a los ventiséis años la contrató como extra Ben Lyon, a quien no le debió de gustar mucho el nombre de la chica, así que la llamó Marilyn, en honor a la actriz Marilyn Miller, y Monroe porque era el apellido de soltera de su madre. Por lo demás, su vida está llena de anécdotas más o menos falsas, casi tantas como verdaderas. El mundo está lleno de biografías y datos sobre ella, que se pueden consultar en cuaquier lugar y en cualquier momento. Aqui lo que ofrecemos es un vídeo de un grupo español, Alarma, que dedicó una canción a esta sex-symbol. Por desgracia, la pobre muchacha no sobrevivió a la fama y acabó en un frío depósito de cadáveres, tras una muerte rodeada de dudas: ¿se suicidó o la suicidaron o fue un accidente? Ustedes mismos... Sea como fuere, podemos disfrutar de algunas de sus fotografías mientras escuchamos la música de Manolo Tena, José Manuel Díaz y Jaime Asúa.

domingo, 3 de abril de 2011

Añada pa la mió Aidina

En el interior de la locura de un grupete de amigos asturianos se formaron extrañas ideas allá a principios de la década de los '80, que no es la década prodigiosa, porque tal apelativo ya se lo habían apropiado, veinte años antes, los artistas españoles de los '60; sin embargo, en esta otra década la explosión cultural fue tan extraordinaria, que en música alguien acuñó el término edad de oro del pop español. Pues bien, en aquella eclosión surgieron cantantes de un solo disco, a veces ni eso, que pudieron o no dejar huella; éste es el caso de Asturcón, cuya influencia en posteriores grupos no se hizo notar y que, no obstante, posee el suficiente atractivo como para detenerse unos minutos a escuchar su grabación como pioneros del folk-rock asturiano. En realidad, el paso de Asturcón por la vida musical no fue tan efímero como pudiera deducirse, ya que ha estado en activo durante un lustro a caballo entre las décadas '70 y '80. El disco lo componen seis temas: tres son instrumentales y los otros tres poseen letra. Aquí podéis escuchar una canción de cuna titulada Añada pa la mió Aidina. Pero, ¿qué fue de Víctor Carrizo, de Paulino Solana, de Manolo, de Juan Luis, o de Juan Carlos Martínez o del teclista Mingla, y de Miguel y de Oriol y de Nacho, sin olvidarnos de Tomás Asueta ni de Javier Donaire ni de Javier Kierche? El proyecto del gijonés Carrizo sobrevive a sí mismo y todavía hoy hay quienes en su demencia escuchan esta música ancestral...