Olvidémonos de todo lo que creíamos saber sobre los colores.
¿Por qué no vemos en la oscuridad? Porque no hay luz. ¿Y qué tiene que ver la
luz con lo que nos rodea? La luz tropieza con la materia y rebota; de esa forma
llega a nuestros ojos. A decir verdad, lo que nuestros ojos ven es el reflejo
de la luz sobre los objetos. Ahora bien, ¿qué es la luz? Digamos que la luz
está formada por una cantidad ingente de partículas muy diminutas, como si
fueran nano-partículas, que se arriman entre sí hasta quedar bien compactadas,
de modo que todas juntas forman una masa blanca. Claro que no todas las partículas
tienen el mismo tamaño; desde las muy grandes van a las muy pequeñas, y cada
cual busca las que tienen el mismo tamaño y se unen formando una especie de
paquetitos, de modo estos paquetitos se quedan muy pegaditos entre sí. Pero, cuando
la luz se mueve, tropieza con las cosas que encuentra en su camino; ¿qué ocurre
entonces? Hay que tener en cuenta que todas las cosas tienen unos poros, una
especie de agujeritos que en un objeto son grandes, en otro son pequeños, en
otro son medianos, en otro son de varios tamaños, etc.
Pongamos que un haz de luz blanca, con sus paquetitos de
varios tamaños, choca contra la hoja de un árbol. Los paquetes más pequeños se
cuelan por los agujeritos de la hoja y desaparecen dentro, como si la hoja se
los comiera; pero, los paquetitos de la luz que son demasiado grandes para ser engullidos
por los agujeros, rebotan en la superficie y salen despedidos al exterior. Estos
paquetes son los que nuestros ojos ven, pues los otros han desaparecido en la
panza de la hoja. Según las combinaciones de tamaño de los paquetitos rebotadas,
la luz deja de ser blanca y adquiere diferentes tonalidades; así, los
paquetitos que rebotaron en la hoja del árbol forman el color verde, por el
cual motivo, podríamos decir que en realidad la hoja no es verde, sino que
posee todos los colores (los que ha engullido) menos el verde. Pongamos que el
objeto contra el que choca el haz de luz tiene los agujeritos demasiado
pequeños o, incluso, supongamos que no los tiene; en este caso, todo el haz de
luz rebotaría sobre ese objeto y el color blanco permanecería inalterado (como
ocurre cuando se refleja en la nieve).
Por el contrario, si el objeto tiene los agujeros demasiado grandes,
entonces se tragaría por ellos a todos los paquetitos y no quedaría ninguno que
rebotase, de modo que no podríamos ver nada, así que todo quedaría a oscuras,
en negro.
Ahora vamos a realizar otro experimento. Vamos a coger una
barrita hecha de cera (como la que se usa para pintar). Esta barrita absorbe por
sus agujeritos todos los paquetitos, a excepción de unos pocos, que, combinados
entre sí, dan un color amarillento. A continuación cogemos otra barrita, esta
vez el color que no absorbe es el rojo. Lo que haremos ahora será desmenuzar
parte de las dos barritas, de modo que entremezclamos polvos amarillos con
polvos rojos. Como los polvos amarillos tienen unos agujeritos de cierto
tamaño, y los polvos rojos tienen agujeritos de un tamaño distinto, al unirlos obtendremos
una pasta con dos tamaños diferentes. En este caso, cuando el haz de luz incide
en esta nueva pasta, los paquetitos que se cuelan por los agujeros son de
tamaño distinto al de las barritas por separado, de modo que ahora rebotan
otros tamaños que, unidos entre sí, forman un color verde. Teniendo esto en
cuenta, si mezclamos todas las barritas de todos los colores, como cada barrita
tiene un tamaño distinto de agujeritos, si sumamos todos los tamaños posibles,
la pasta resultante se tragará toda la luz, por lo que no rebotará ningún
paquetito, así que no veremos nada (todo oscuro, el negro).
En resumen. en el ejemplo anterior podríamos decir que si no
vemos colores, sólo el negro, será que no hay colores; ahora bien, también
podríamos decir que la pasta absorbió todos los colores y por eso se ve el negro.
Todo depende desde el punto de vista con el que lo mires.