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miércoles, 1 de junio de 2016

Proporciones planetarias y estelares

Cuando levantamos la vista al cielo y vemos las nubes o las estrellas o nuestro satélite la Luna o nuestro astro-rey el Sol, nos sentimos parte de la grandeza que nos da este planeta al que llamamos Tierra. Aunque los medios de transporte actuales nos acercan en tiempo, achicando el espacio entre distintos países y continentes, aún tenemos esa sensación de que el globo terráqueo es grande, no inmenso como se solía pensar en tiempos pretéritos, pero sí grande y espacioso. En realidad, si comparamos a la Tierra con sus planetas vecinos, los planetas interiores del sistema solar, todos ellos tan rocosos como el nuestro, salimos ganando. No hay más que echar un vistazo para ver los tamaños proporcionales.
Claro que si nos alejamos un poco y nos vamos en dirección al exterior, donde nos topamos con los gigantes gaseosos, ya nuestra Tierra, que es nuestro hogar, se queda un tanto chica, abrumada por los enormes diámetros de los planetas:
¿Pero, qué pasa cuando osamos equipararnos a nuestro Sol, a esa estrella que nos da luz y calor? Apenas nos distinguimos, somos una mancha, como un mosquito aplastado en la luna delantera del coche o en la pared de una habitación. Pensemos que nosotros vivimos en esa mancha y aun hay espacio suficiente para que vivan unos cuantos millones de nosotros más.
Sin duda, pensarían algunos, esta estrella nos hace sentir ridículos, aunque, claro, estaríamos hablando de uno de los mayores astros del universo. ¡Qué equivocados estarían éstos que así pensaran! Nuestra estrella, nuestro Sol, ni siquiera llega a la altura de la media; es tan chiquito, que los estrellas de un tamaño moderado nos hacen sonrojar. En la comparación, el Sol casi se desvanece.
En fin, visto así, puesto al lado de la estrella Arturo, el Sol, aquella estrella en que la Tierra era un mosquito aplastado, ahora resulta que le toca a él convertirse en mosquito, en una manchita de nada que en un vestido apenas nadie se daría cuenta de su existencia. Aun así, habría quienes dijeran que, bueno está, pero no deberíamos comparar el Sol con la gigante Arturo, que seguramente sería la mayor estrella conocida. ¡De nuevo mal! Arturo es insignificante ante la inmensidad de las estrellas supergigantes; ahora el Sol ni existe para ellas, no es nada. Siendo así, ¿qué pasa con la Tierra? ¿y con nosotros? Y nos creíamos los amos del universo. Para Antares no somos si quiera ni una molécula, ni un átomo; somos menos que nada. Y os aseguro que Antares no es la mayor estrella conocida, pero casi da vergüenza seguir las comparaciones.
Ni somos el ombligo del mundo ni al mundo le importamos un bledo. Pongámonos en nuestro sitio y pensemos en lo que somos y vivamos de acuerdo con ello.

Tierra – Venus – Marte – Mercurio – Luna

Júpiter – Saturno – Urano – Neptuno – Tierra – Venus – Marte – Mercurio – Luna

Sol - Júpiter – Saturno – Urano – Neptuno – Tierra – Venus – Marte – Mercurio

Sol – Sirio – Pólux – Arturo

Pólux – Arturo – Rigel – Aldebarán – Betelgeuse - Antares


Y ahora reflexionemos: ¿dónde está nuestra querida Tierra? ¿en dónde hemos dejado nuestro amado Sol? Comparados con Antares, ¿qué somos nosotros, la especie humana?

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